sábado, 19 de noviembre de 2011

"EL OMBÚ" - Edición N° 21

En esta edición con fecha 31 de mayo de 2011, se destaca particularmente la entrevista que Karen Gorosito, Claudia Viamonte, Carlos Alegre y Roberto Alegre, bajo la coordinación de Mario Quiroga le hicieran a Pedro Caballero, un ferroviario jubilado.  Un ícono con raíces en Ing. White.


Tiene 73 años. Vino a los 6 de España con su madre; y vive desde entonces en Ingeniero White. Fue mecánico en el Galpón de Locomotoras. Su hogar es una casilla ferroviaria de madera, de más de 100 años. Su patio es un laberinto de artefactos, con cuatro bancos para meditar en distintos momentos del día (su propio Stonehenge), custodiado por una legión de felinos.

       En esta entrevista, Pedro nos recibe muy amablemente en su patio- santuario, para hablarnos de lo que más sabe: de Todo. Pero por sobretodo, de su pasión y su vida: El ferrocarril. 

 E.O. - ¿Qué significa el ferrocarril para Pedro Caballero?
P.C. - El ferrocarril formó parte de mi vida durante 47 años. Trabajé desde 1958 al 2005. Tengo 71 años y empecé a los dieciocho. En esa época, la mayor parte de la fuente laboral en Argentina, provenía del estado. El ferrocarril, era la estrella del progreso en este país. Habían 43.000 kilómetros de vía y 250.000 empleados ferroviarios, para una población no superior a los 20 millones de habitantes. Yo empecé a trabajar en los galpones de locomotoras. Pasé épocas buenas y otras no tanto. Viví: movilizaciones militares; huelgas;  conflictos sindicales, etc... Hasta que en el año 1991, el ministro Domingo Cavallo, con Carlos Ménem en la presidencia, se encargaron del desguace final del ferrocarril, despidiendo a más de 90.000 empleados. Yo tuve suerte y quedé en la empresa Ferrobahires, hasta que me jubilé en el 2005.

 E.O. - ¿Cómo sería el ferrocarril ideal en la argentina?
P.C. - Tendría que ser un poco más modernizado y con una red extendida a las ciudades turísticas y comerciales más importantes del país. Es muy difícil  pensar en recuperar los 43.000 kms. de vías que supimos tener; pero sería bueno, aunque sea, llegar a la mitad de esa extensión. Tendría que ser un servicio cómodo y puntual; para que la gente ame el ferrocarril tanto como yo.

  E.O. -¿El tren es irreemplazable?
 P.C. -Totalmente! Las potencias más grandes del mundo como: China, La Unión Europea, EE.UU., Gran Bretaña y Japón; han invertido e invierten muchos recursos para que el ferrocarril sea la espina dorsal del crecimiento de sus pueblos. Incluso hasta aquellos países cuya extensión es dos o tres veces inferior a la Provincia de Buenos Aires, utilizan masivamente el tren, por las grandes ventajas ecológicas que representa, en un mundo cada vez más comprometido con los problemas ambientales. Además piensen en la reducción de accidentes de tránsito que habría en nuestras rutas, debido a que, un tren de carga, es mucho más seguro que su equivalente; aproximadamente unos  cincuenta camiones. La gente podría viajar más y con mayor seguridad. El valor del boleto de tren, suele ser de tres a cuatro veces menor que un pasaje de ómnibus. Además tengan en cuenta que llevar las cargas por ruta encarece su valor; así que el tren haría bajar el precio de la mayoría de los productos que consumimos. Una locomotora puede tirar fácilmente unas 3.000 toneladas (3 millones de kilos). Y por último, por si alguien no lo sabe, este país se extendió desde Buenos Aires hacia todo el territorio, gracias al tren. El tren era la vena que irrigaba la sangre a la gran mayoría de los pueblos que hoy están desapareciendo. Si queremos tener un país federal, donde Dios no sólo atienda en Buenos Aires... comencemos a exigir a quienes ya sabemos, que reconstruyan las redes ferroviarias.

 LA HISTORIA SE REPITE

En 1961, el gobierno de Frondizi había comenzado a planificar el desguace sistematizado de los ferrocarriles, al aplicar el plan del ministro Acevedo. Esta medida implicaba el cierre de talleres, galpones y una reducción masiva de personal. El 27 de octubre, comenzó una huelga impulsada por trabajadores ferroviarios que duró, hasta el 10 de diciembre. La huelga de 1961 fue el principio de una lucha incansable para impedir la pérdida de una de las más importantes redes ferroviarias de América latina. 
E.O. - Cuéntenos una anécdota de aquellos años...
P.C. Era el mediodía del 4 de febrero de 1967. Se acercaba la hora del almuerzo, así que nos apurábamos para dejar las locomotoras preparadas para el servicio de las 14:00 hs.

En el galpón de máquinas entró la locomotora número 3487, clase 8, local. Los movedores y cambistas hicieron las tareas de protocolo y no tardaron mucho en despoblar el galpón para retirarse a comer.
A eso de la una de la tarde, comenzó un fenómeno similar al golpeteo de la tapa de una pava, cuando hierve el agua. Eso pasó en los cilindros de la máquina, los cuales levantaron presión por el vapor de agua.
La locomotora fue acelerando por la vía, sin que nadie lo supiera. Salió del galpón de locomotoras, entró en la playa y agarró por la vía que va a los elevadores de cereal, que gracias a Dios, como era sábado, nadie los ocupaba en ese momento. Cada vez tomando más velocidad, la locomotora se aproximaba al muelle. Allí habían dos vagones cerealeros de dos ejes, justo en el camino de la 3487.
Ya con una importante velocidad, la máquina chocó violentamente contra los vagones, haciéndolos descarrilar y, literalmente, tirándolos al mar. En ese momento, había una canoa con cuatro hombres pescando. Cuando vieron que se les venían los vagones  encima, atinaron a meterse debajo del muelle y uno de los vagones... bum! ... cayó al mar cerca de ellos. El otro quedó haciendo equilibrio en el muelle, a punto de caer, junto con la locomotora que había conseguido frenar.
Por suerte nadie salió herido y puedo contar esta anécdota, como una más de las tantas que viví en mis cuarenta y siete años de servicio.

MEMORIA DE ELEFANTE

Una de las características más destacables de Pedro es su prodigiosa memoria. Ana Miravalles, una prestigiosa historiógrafa bahiense, es la principal testigo de este hecho. Ana, viene desde hace unos años, compilando y reconstruyendo su vida de ferroviario; y ha creado un archivo físico en el Museo Taller Ferro White y otro virtual, en un blog dedicado a Pedro.
Lo cierto es que pedro, es muy metódico a la hora de registrar su vida. Tiene infinidad de cuadernos en los que va anotando: gatos fallecidos, compañeros de trabajo, fechas importantes, anécdotas, nombre de locomotoras, etc. Pero lo que más deslumbra, es cuando comienza a relatar sus recuerdos tan detalladamente y sin echar un vistazo a esos apuntes.
Excéntrico, algo bohemio y según su autodiagnóstico: afectado por el Síndrome de Diógenes. Pedro tiene la grandeza de la gente simple, que la expresa, no con actitudes ni palabras laxas; sino con el peso de una vida de trabajo duro, de hábitos sanos y de honestidad. Con esas cosas simples que algunas personas todavía tienen. Pedro Caballero es uno de los referentes que deberíamos seguir, si queremos reconstruir este país; como alguna vez lo hicieron los inmigrantes que, como Pedro,  dignificaron este querido suelo.














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